lunes, 11 de junio de 2012
mitos y leyendas de puno
Los cuentos y cantos de sirena se suceden casi día a día, pero en enero
de 2001 el rumor fue más allá y se hizo noticia. El diario Extra
anunciaba que habían atrapado una sirena viva en el Titicaca. “Era
época de lluvias –rescata Max Tancara, quien rastreó al misterioso ser
por medio lago–. Llovía día y noche y todos trataban de buscar una
explicación al hecho. Hasta que las vendedoras de pescado lanzaron su
respuesta: dicen que han atrapado una sirena,joven”.Y el Extra puso en
marcha una de las investigaciones más extrañas de su vida“Recorrimos
varias poblaciones del Titicaca –prosigue Max–. Algunos no sabían nada
y otros nos iban dando pistas. Así hasta que llegamos a Santa Rosa de
Taraco. Allá todo era silencio,nadie nos quería hablar.Pero en las
casas que casi se metían en el lago encontramos lo que buscábamos.
Según sus pobladores, uno de los vecinos, Macario Apaza, había
encontrado la imagen de una sirena esculpida en piedra y fue a venderla
a la Argentina. Para muchos en el pueblo esa fue la causa del desfase
que atrajo inundaciones hacia el altiplano”.En La Paz fue tal el
revuelo que se agotaron los ejemplares del Extra, en los minibuses se
vendían las fotocopias a Bs. 1 y varios periódicos y semanarios le
daban columnas a este suceso. Y las semanas siguientes a la primera
publicación, el 29 de enero, las historias de sirenas llenaban con sus
cantos los corrillos de mercado, las aceras y las tiendas de
barrio.Todas tenían similares mimbres: atrapaban a la sirena, ella
rogaba que no la sacaran de su lugar de origen y amenazaba con
tormentas nunca vistas si no lo hacían. En algunos casos se hablaba de
la red de unos pescadores de Tiquina en la que se había enganchado el
ser mitológico y donde había muerto; otros decían que se la habían
llevado a Puno; y algunos que medía entre 20 y 40 centímetros. Mientras
la lluvia era tan intensa que ya afectaba a nueve comunidades de la
zona y había arrasado con tierras, casas y cultivos cerca de ViachaY
fue entonces que la atención se desvío para otro lado, hacia el puerto
de Guaqui. La pintora Marta Cajías, una enamorada de estas ninfas, lo
recuerda aún emocionada. “A mí me lo contó una comadre de Puerto
Acosta. Me aseguró que la había visto. ‘Es rosadita y con muchos
senos’, decía. Según ella, los militares del regimiento de la naval la
metieron en una tina de cemento mientras les increpaba en aymara.Los
soldados cobraban por dejarla ver, como atracción de feria, y muchos
pobladores cuentan haberla espiado de las lomas”.
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